domingo, 11 de diciembre de 2016

Nada más matérico que el barro [y el papel]



Entrevista por Damián Lamanna Guiñazú 

Desde 2013 Ardilla Girl es una presencia que crece en la red: un proyecto mutante donde la ingenuidad, el amor, la ironía, el feminismo, la crítica cultural y el absurdo se cruzan para darle forma a un personaje que rebosa lucidez y ternura. Ahora, gracias al trabajo de El Carro Ediciones (y de los usuarios que colaboraron con un sistema de crowdfunding), Ardilla finalmente existe en formato físico: tangible para tocarlo, leerlo, olerlo y arrojarlo. Pocos días después de la presentación del libro, logramos coincidir con Urani -artista visual matancera, docente y activista, además de autora- para un breve intercambio.


-¿Ardilla Girl es una historieta/tira sobre dibujos animados?


No específicamente. Lo primero que hace es oponerse a Disney para empezar a desarrollar una identidad propia. Se siente incómoda con las princesas y, a pesar de ser Ardilla, no encuentra un punto en común que le permita jugar con Cheap y Dale, se siente afuera. Me interesa conectar con la emocionalidad que se funda en la infancia y allí los dibujos animados que yo misma veía son una puerta. Sin embargo, a medida que toma identidad propia, Ardilla deja de dialogar tanto con los dibujitos. Por eso no creo que sea sólo una tira sobre dibujos animados, no está cerrado. Va tomando otros rumbos, se mete con la televisión en general, vista como instrumento de manipulación ideológica, y con la publicidad, entre otras cosas.


-¿La temática de tus trabajos determina los materiales que vas a utilizar? ¿Cómo llegás al soporte y a los materiales?

Es múltiple. Para mí la técnica tiene que ver con desenvolverse según las posibilidades que ofrecen el tiempo, el espacio y el bagaje que una trae. Las primeras viñetas eran en microfibra negra sobre los apuntes de clase, luego les agregaba color digitalmente. Aprovechaba los entretiempos de cursada y las clases aburridas. En un momento intenté hacer todo en tinta china, pero como no soy buena con el plumín me volqué al dibujo digital, que es más inmediato, permite retocar muchas veces, recortar, pegar y recomponer, algunas veces plantando en papel y escaneando el boceto. También llevé el personaje a la arcilla, al óleo y a la acuarela (para componer a partir de una forma ya conocida sin enfocar en el contenido literario) y a la calle en forma de pegatina, usando pintura látex sobre soportes de reutilización.


-¿En esta línea, cómo pensás la materialidad del dibujo digital respecto de lo manual/analógico?

El dibujo digital me ofrece mucha velocidad, una amplitud de opciones alucinante y un acabado muy limpio. Sin embargo, esto no siempre es bueno: la pantalla es alienante y el contacto con el papel te da otro clima de trabajo, otro ritual, te permite desarrollar una sensibilidad más corporal, trabajar con la postura. Está bueno alternar. Por eso quise sacar a Ardilla de la red social y hacer un libro, como símbolo de la necesidad de no alienarse/me en la pantalla. El súmmum de eso es Ardilla vuelta arcilla, nada más matérico que el barro.


-¿Cómo pensás que funciona el yo en tu arte?

Ardilla a veces es como un alterego. Tiene esa ropa porque fue un disfraz que usé en el jardín de infantes, con el que me sentí incómoda. Es una de las primeras frustraciones que recuerdo, la de estar expuesta, y juego con eso. Además, detrás de cada idea hay una emoción, que tiene que ver con la elaboración de una angustia, con la intolerancia del sistema. Está bueno poder quitarle peso y llegar a reírme de eso, de mi miseria. A veces siento que logro correr el yo de lugar y aparecen cosas más interesantes. No sé cómo funciona.


-Hace tiempo que se ve en tu obra un trabajo alrededor de las teorías de género. ¿Podés hacer un recuento breve de tu recorrido desde Activismo uterino [otro de los trabajos de Urani] hasta el presente?

Activismo uterino sale de juntarme con amigas para intercambiar inquietudes en torno a problemáticas de género en vías de plasmarlo en algo visual. Sobre todo una consciencia del útero como centro de poder. Una consciencia física y metafórica. En esa búsqueda, dejé de tomar ibuprofeno, empecé a usar toallitas de tela, copa menstrual, hice mucho yoga y amplié mi sensación interna del útero. Ardilla, justamente, toma algo de eso. Por ejemplo, aparece un personaje que es el útero de la Ardilla, Fuente de Poder, en el que pienso ir volcando cosas que fui/estoy aprendiendo con los años: cómo lo personal es también político. Esa “Consciencia femenina” se va volcando a “lucha feminista” e incorporando lo teórico. Mi horizonte es generar contenido de educación sexual feminista, igualitaria, para la infancia y la adolescencia. Hay que madurarlo.


¿Cómo articulas tu labor docente con tu producción artística?

La interacción con los niños me conecta con esa forma fresca que tienen de crear, con soltura, desde el juego, sin prejuicio. Es un desafío adquirir conocimiento sin perder esa frescura, en las clases y en mis trabajos, de estudio o de inspiración.


¿Ya que lo nombraste antes, en qué momento de la gestación de una idea entra la política?

La política entra cuando me siento atravesada por el sistema que empuja en contra de la vida. La economía neoliberal, el patriarcado, la religión, la sexualidad despojada de deseo. Cuando me duele la represión, en la parte colectiva y en lo personal, que también es político.

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