lunes, 19 de diciembre de 2016

De los sustantivos concretos y abstractos













Por Maximiliano González

La gramática de la Real Academia Española sostiene que se dice tradicionalmente que son abstractos los nombres que designan seres que sólo se perciben por la inteligencia, y concretos, los nombres que designan objetos perceptibles por los sentidos.

Primavera es un sustantivo concreto. Esto se debe a que se trata de un fenómeno físico. Si concebimos a nombres como día, tarde y noche como sustantivos concretos, por extensión, primavera ha de ser un sustantivo concreto también, porque en todos los casos se trata de fenómenos astronómicos; y lo que los primeros son al movimiento de rotación terrestre, el segundo es al movimiento de traslación. Y así, los días son más largos en verano como en invierno lo son las noches, mientras que en los equinoccios ambos se igualan, y la relación entre estaciones y días es tan estrecha que invierno, primavera, verano y otoño son todos sustantivos concretos. Todos se desarrollan entre un equinoccio y un solsticio, contados en meses, y todos dependen del movimiento terrestre, concreto en sí, es decir, físicamente verificable.

     Esto nos lleva a desprender la concreción del sustantivo que designa una cosa, de la concreción de la cosa en sí.

     De esta manera, al ser concretos los fenómenos físicos y astronómicos, los sustantivos que los designen serán concretos. Así, mesa, lapicera, hombre, estornudo y texto son sustantivos concretos.

     Esto explica por qué no todo sustantivo imaginario es necesariamente abstracto. Unicornio, aún siendo un ente imaginario, es concreto, porque la concreción se obtiene de las partes que lo componen, que son la concreción del caballo y la concreción del cuerno; y lo mismo ocurre con otros seres como fénix, quimera, centauro o hipogrifo; y son todos perfectamente representables entonces.

     Los sustantivos que representan cosas cuya existencia se deduce, entonces, han de ser concretos también. De manera que electrón es concreto, desprendiéndose su concreción de los resultados de los experimentos que lo definen, tanto como es concreto braquiosaurio, siendo su concreción el resultado de la imaginación que hace de restos fósiles una cosa concreta distinta e inexistente pero factible de reconstrucción, y deduciendo sus cualidades de cualidades concretas presentes en seres análogos.

     Un sustantivo como dios ha de ser abstracto, pues sus propiedades son la omnipotencia y omnipresencia, categorías abstractas todas, y su representación en el mundo cristiano es el Verbo y la Trinidad, todas abstractas como las potencias mismas. Lo mismo ocurre con sustantivos como idea, pensamiento, sensación, y espíritu, cuya representación pictórica es imposible.

     Son estas consideraciones las que llevan a Ignacio Bosque a afirmar que “existen serias dudas sobre si tiene sentido mantener propiamente la distinción, puesto que muchos indicios hacen pensar que la clasificación debe sustituirse por otras de abarque más específico. Paradójicamente, la noción de ‘nombre abstracto’ resulta poco concreta para ser aprehendida en los términos que la gramática pueda aceptar o comprender”.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Nada más matérico que el barro [y el papel]



Entrevista por Damián Lamanna Guiñazú 

Desde 2013 Ardilla Girl es una presencia que crece en la red: un proyecto mutante donde la ingenuidad, el amor, la ironía, el feminismo, la crítica cultural y el absurdo se cruzan para darle forma a un personaje que rebosa lucidez y ternura. Ahora, gracias al trabajo de El Carro Ediciones (y de los usuarios que colaboraron con un sistema de crowdfunding), Ardilla finalmente existe en formato físico: tangible para tocarlo, leerlo, olerlo y arrojarlo. Pocos días después de la presentación del libro, logramos coincidir con Urani -artista visual matancera, docente y activista, además de autora- para un breve intercambio.


-¿Ardilla Girl es una historieta/tira sobre dibujos animados?


No específicamente. Lo primero que hace es oponerse a Disney para empezar a desarrollar una identidad propia. Se siente incómoda con las princesas y, a pesar de ser Ardilla, no encuentra un punto en común que le permita jugar con Cheap y Dale, se siente afuera. Me interesa conectar con la emocionalidad que se funda en la infancia y allí los dibujos animados que yo misma veía son una puerta. Sin embargo, a medida que toma identidad propia, Ardilla deja de dialogar tanto con los dibujitos. Por eso no creo que sea sólo una tira sobre dibujos animados, no está cerrado. Va tomando otros rumbos, se mete con la televisión en general, vista como instrumento de manipulación ideológica, y con la publicidad, entre otras cosas.


-¿La temática de tus trabajos determina los materiales que vas a utilizar? ¿Cómo llegás al soporte y a los materiales?

Es múltiple. Para mí la técnica tiene que ver con desenvolverse según las posibilidades que ofrecen el tiempo, el espacio y el bagaje que una trae. Las primeras viñetas eran en microfibra negra sobre los apuntes de clase, luego les agregaba color digitalmente. Aprovechaba los entretiempos de cursada y las clases aburridas. En un momento intenté hacer todo en tinta china, pero como no soy buena con el plumín me volqué al dibujo digital, que es más inmediato, permite retocar muchas veces, recortar, pegar y recomponer, algunas veces plantando en papel y escaneando el boceto. También llevé el personaje a la arcilla, al óleo y a la acuarela (para componer a partir de una forma ya conocida sin enfocar en el contenido literario) y a la calle en forma de pegatina, usando pintura látex sobre soportes de reutilización.


-¿En esta línea, cómo pensás la materialidad del dibujo digital respecto de lo manual/analógico?

El dibujo digital me ofrece mucha velocidad, una amplitud de opciones alucinante y un acabado muy limpio. Sin embargo, esto no siempre es bueno: la pantalla es alienante y el contacto con el papel te da otro clima de trabajo, otro ritual, te permite desarrollar una sensibilidad más corporal, trabajar con la postura. Está bueno alternar. Por eso quise sacar a Ardilla de la red social y hacer un libro, como símbolo de la necesidad de no alienarse/me en la pantalla. El súmmum de eso es Ardilla vuelta arcilla, nada más matérico que el barro.


-¿Cómo pensás que funciona el yo en tu arte?

Ardilla a veces es como un alterego. Tiene esa ropa porque fue un disfraz que usé en el jardín de infantes, con el que me sentí incómoda. Es una de las primeras frustraciones que recuerdo, la de estar expuesta, y juego con eso. Además, detrás de cada idea hay una emoción, que tiene que ver con la elaboración de una angustia, con la intolerancia del sistema. Está bueno poder quitarle peso y llegar a reírme de eso, de mi miseria. A veces siento que logro correr el yo de lugar y aparecen cosas más interesantes. No sé cómo funciona.


-Hace tiempo que se ve en tu obra un trabajo alrededor de las teorías de género. ¿Podés hacer un recuento breve de tu recorrido desde Activismo uterino [otro de los trabajos de Urani] hasta el presente?

Activismo uterino sale de juntarme con amigas para intercambiar inquietudes en torno a problemáticas de género en vías de plasmarlo en algo visual. Sobre todo una consciencia del útero como centro de poder. Una consciencia física y metafórica. En esa búsqueda, dejé de tomar ibuprofeno, empecé a usar toallitas de tela, copa menstrual, hice mucho yoga y amplié mi sensación interna del útero. Ardilla, justamente, toma algo de eso. Por ejemplo, aparece un personaje que es el útero de la Ardilla, Fuente de Poder, en el que pienso ir volcando cosas que fui/estoy aprendiendo con los años: cómo lo personal es también político. Esa “Consciencia femenina” se va volcando a “lucha feminista” e incorporando lo teórico. Mi horizonte es generar contenido de educación sexual feminista, igualitaria, para la infancia y la adolescencia. Hay que madurarlo.


¿Cómo articulas tu labor docente con tu producción artística?

La interacción con los niños me conecta con esa forma fresca que tienen de crear, con soltura, desde el juego, sin prejuicio. Es un desafío adquirir conocimiento sin perder esa frescura, en las clases y en mis trabajos, de estudio o de inspiración.


¿Ya que lo nombraste antes, en qué momento de la gestación de una idea entra la política?

La política entra cuando me siento atravesada por el sistema que empuja en contra de la vida. La economía neoliberal, el patriarcado, la religión, la sexualidad despojada de deseo. Cuando me duele la represión, en la parte colectiva y en lo personal, que también es político.

Tigres



por Melisa Papillo (*)

¿Es posible escapar de nuestros miedos cuando más que "nuestros" el miedo nos rodea como animales de los que no sabemos nada? ¿Qué es el miedo si nos entregamos y confiamos o si nos aislamos y desconfiamos del otro? ¿Por dónde escaparse de la realidad de aquello que nos asusta y hacia dónde nos dirigimos cuando esto sucede? Algo inquietante al respecto ocurre en el sueño "Tigres", de Melisa Papillo. Escritora, poeta y docente nacida en el año 1984, publicó La mecánica de los días (poesía) por Editorial Simulcoop. En esta ocasión nos trae un cuento inédito escrito para Galería | Corredor de ideas. La ilustración fue también especialmente realizada por Ariel Yamus.

- Dale, corré que son muchos – grité desesperada a mi madre. Un círculo perfecto de tigres anaranjados bordeaba el valle donde estábamos festejando mi cumpleaños. Habíamos puesto dos caballetes y unos sanguchitos de miga sobre la mesa. Los manteles eran nuevos, blancos relucientes, de un broderí delicadísimo. Habían costado bastante. Globos multicolores atados a los árboles volaban al ritmo del viento. Algunos rayos de sol tenue, dormidos, cruzaban las copas, no necesitábamos sombreros, estábamos bien. Las charlas fluían. Mis tíos corrían con sus hijos, jugaban a una especie de mancha congelada, sólo que con dos o tres variantes. Mis amigos también estaban festejando conmigo, tomaban una bebida de copa alta, a la distancia me animaría a decir que eran martinis, porque se veía algo redondo y oscuro en el vértice final de las copas. Yo eso no lo había aportado, evidentemente alguno lo había traído. Hablaba con todos y a la vez con nadie, no tengo recuerdos de alguna conversación concreta. En algún punto, sentía que todos se estaban divirtiendo más que yo.


No sé si hice bien en correr. Todo fue muy rápido y yo la más veloz. Vi todo desde el principio. Cómo empezaron a rodearnos: primero, era sólo un grupo de cuatro tigres. No sé en qué estaba pensando, pero no comenté a nadie sobre esa aparición. Era totalmente desconcertante que hubiera tigres en esa zona. Después llegó otro grupo de 5; hasta que la última vez que levanté la cabeza estábamos, lo que se dice, literalmente rodeados.


En ese momento entendí todo: no había salida. La fiesta completa los había visto ahora. Entre animal y animal no había espacio alguno, formaban un círculo perfecto. De pronto, la música cesó. Estábamos viviendo una escena cinematográfica deseando no ser parte. Los animalejos nos miraban atentos, nunca los había visto fuera de jaulas. Su pelaje era de un color naranja brillante con líneas negrísimas. La parsimonia con la que se habían acercado se esfumó; de pronto, enfurecieron. Lo que yo creo que es enfurecerse para un tigre, porque en sí, no sabría distinguir su cara de preocupación de la de enojo. Uno de ellos rugió tan fuerte que terminó de paralizar los cuerpos. Todos mirábamos alrededor, en realidad no sabíamos sobre qué punto focalizar. Raúl tomó a los niños de las ropas. Parecía que algunos estuvieran jugando a la mancha aún, practicaban esa especie de amague, no saber para dónde correr o simular que lo vas a hacer. Fue ahí en un arrebato que tomé la mano de mi mamá y empecé a correr. Los tigres habían empezado a bajar por los costados del valle y, si podíamos sortearlos, porque el grupo más cercano de ellos se había entretenido con algunos invitados, había lugar para pasar. Yo impulsaba el camino, esquivamos los tigres, cruzamos el valle y mientras todo el viento chocaba en mi rostro y las nubes iban cubriendo el cielo, empecé a dudar. Era necesario hacer algo, mi madre no podía correr tan fuerte como yo y nos estábamos quedando. Los tigres nos habían olido, ya venían. Éramos las únicas que habíamos podido salir de ahí. Todo lo que sentí fue mi mano desprenderse de la suya, hasta ese momento no notaba la diferencia entre las pieles, una rugosidad era igual a la otra, las manos no tenían fin. Sin mirar atrás, la solté. Si la seguía arrastrando, nos comerían a las dos.

Imaginé a los tigres en plena destrucción, llegar hasta el pueblo y arrasar todo lo que estuviera a su paso. No sé qué pasó con mi madre, pero todo el camino hasta el centro me tranquilicé a mí misma, ninguna otra cosa podría ocurrir. Caminé pasando la entrada, el paisaje anterior se fue desdibujando. Las casas emergían rojas y blancas, tejadas y verdosas. Llamé por las calles a los gritos al cuidador. Él avisaría a los cazadores.

Cómo cortar una torta de cumpleaños

por Maximiliano González

¿Por qué al cortar una torta hacemos un círculo en su centro pero no lo hacemos con una pizza? ¿Somos capaces de poner en duda una acción tan simple? A la hora de abrir una puerta, saludar a un amigo, baldear la vereda o manejar un colectivo, ¿Cuesta mucho rebelarse contra las acciones que no se justifican más que por la costumbre de la mano? Con gráficos y matemática, Maximiliano González nos ayuda a pensar un futuro más organizado empezando, sí, por el cumpleaños.

Luego de cantar el feliz cumpleaños, al momento de comenzar a cortar la torta, es muy común que el encargado de esta tarea proceda, en primer lugar, a cortar un círculo en el centro, para luego cortar las porciones en forma de triángulo. Pero, ¿por qué se hace ese círculo en el centro? Aunque algunos sostienen que es una tradición para que esa porción circular quede para el cumpleañero, la teoría más difundida explica que, gracias a ese corte, las porciones de torta no se desarman y así evita que se doblen las puntas. Puesto que el bizcochuelo de muchas tortas suele ser endeble, la punta de las porciones triangulares de torta tenderían a doblarse y romperse; el corte circular del centro atentaría contra esta deformación de las porciones.
                           
Pero, aunque una pizza o una tarta de espinaca tenga la misma forma que una torta, y las puntas de las porciones también puedan doblarse en sus extremos, no acostumbramos cortar un círculo en su centro. ¿Por qué? ¿El corte circular en el centro sólo queda reservado para lo dulce? ¿Qué razón nos impide hacer un corte circular en el centro de una tarta?
El matemático británico Francis Galton brindó mucho tiempo atrás una respuesta a este interrogante. En una carta al editor de la revista “Nature”, explicó científicamente cómo debería cortarse una torta para que su sabor perdurara por más tiempo. Bajo el título “Cortar una torta bajo los principios científicos”, el 20 de diciembre de 1906, Galton sostuvo que este renombrado postre debía cortarse mediante dos cortes paralelos y uno transversal, de manera que a medida que se fuesen comiendo las porciones (en el gráfico señaladas con los números 1 y 2), el centro de la torta quedase siempre protegido de la humedad.