viernes, 24 de marzo de 2017

Listado completo de los detenidos-desaparecidos y / o asesinados de El Palomar, Ciudad Jardín y Martín Coronado (*)



En el zonal Galería decidimos hacer un número especial relacionado con el feriado del día de hoy, cuando recordamos y repudiamos el Golpe de Estado que destruyó la vida de miles de personas (los 30 000, aunque el daño no paró por ahí) y cuyas consecuencias todavía aparecen en el presente. Frente a semejante nivel de monstruosidad, sentimos orgullo por la lucha y el coraje de las Madres, Abuelas e HIJOS y nos resulta increíble pensar en todo lo que hicieron y cómo eso que hicieron nos abre el camino para que en otros ámbitos de nuestra sociedad haya memoria y justicia, siempre, no durante un gobierno sí y otro no. Por eso y por otras cosas, además de una entrevista a la Comisión de Familiares y Compañeros de Detenidos-Desaparecidos de Tres de Febrero, publicamos la siguiente lista completa de los detenidos-desaparecidos y / o asesinados de El Palomar, Ciudad Jardín y Martín Coronado, que ya salió en papel y ahora compartimos por acá. Gracias Luis Cambá (y antes Juli Di Francesco) por ayudarnos. 

¡NOS VEMOS HOY EN LA PLAZA! 30 000 DESAPARECIDXS PRESENTES, AHORA Y SIEMPRE.

DETENIDOS DESAPARECIDOS Y/O ASESINADOS DE EL PALOMAR, CIUDAD JARDIN Y MARTIN CORONADO

José Serapio Palacio - 11/12/1975
Juan Carlos Delgado - 10/01/1976
Osvaldo Bartolini - 26/03/1976
Susana Gabelli - 26/03/1976
José Edgardo Waisman - 08/05/1976
Andrés Barciocco - 22/05/1976
Daniel Barciocco - 22/05/1976
Alberto Barciocco - 22/05/1976
Luisa Ana Heck - 23/05/1976
Rodolfo Leonetti - 29/05/1976
Ramona Benítez - 29/05/1976
Liliana Malamud - 04/06/1976
Juan Carlos Zuffo - 08/06/1977
Juan Antonio Chisu - 27/07/1976
Lidia Malamud - 14/10/1976
Daniel Arteaga - 17/10/1976
Rosa Kazgudenian  05/01/1977
Jorge Palacios - 05/01/1977
Dagmar Hagelin - 27/01/1977
Juan Carlos Vega - 14/02/1977
Mario Molfino - 21/02/1977
Alicia Ramona Castillo - 12/03/1977
Juan Camiolo - 23/03/1977
Adriana Mosso - 27/04/1977
Luis María Aguirre - 08/05/1977
Hernán Caballero - 11/05/1977
Gerardo Cámpora - 19/05/1977
Electra Lareu - 30/05/1977
Alfredo Castro Montero - 30/06/1977
Luis Castro Montero - 30/06/1977
Horacio Reynals - 05/07/1977
Norberto Ferreyra - 24/08/1977
Eduardo Goldar - 09/09/1977
Luis Barbona - 28/09/1977
Ana Beatríz Corsino - 01/10/1977
Daniel Darío Palomeque - 23/01/1978
Verónica Freier - 11/06/1978
Sergio León Kacs - 11/06/1978
Osvaldo Balbi - 09/08/1978
Fernando Menéndez - 07/12/1978
José E. Andrade - 09/05/1982


DETENIDOS-DESAPARECIDOS DEL HOSPITAL POSADAS

Benjamín Pérez Caboni - 27/07/1976
Natalia Cecilia Almada - 16/10/1976
Julio Quiroga - 05/01/1977
José María Laureano Donda - 01/05/1977
Julio Diomar Vera - 17/08/1977
Josefina Pedemonte - 10/08/1976
Rómulo Giuffra - 16/10/1976
Osvaldo Fraga - 02/12/1976
Giovanni Caboni - 27/07/1976
María Teresa Garcia de Cuello - 26/11/1976
Néstor Pedernera - 17/09/1976
Eduardo Carlas Sala - 14/01/1977
Ernesto Bonifacio Lahourcade - 22/10/1976
Jacobo Chester - 26/11/1976
Humberto Rodríguez - 12/10/1976
María Angela Cairo - 27/11/1976
Juán Carlos Gonzalez - 03/09/1976
Daniel Calleja - 22/03/1977
María Hilda Pérez de Donda - 28/03/1977
María Esther Goulecdzian - 01/08/1977
Manuel Modesto de Dios Aravena - 19/04/1975
Ignacio Luna Sánchez - 25/07/1976
Jorge Roitman - 02/12/1976
Norberto Morresi - 23/12/1976

(*) Listado completo otorgado por la Comisión de Familiares y Compañeros de Detenidos-Desaparecidos de Tres de Febrero

jueves, 2 de marzo de 2017

Un, dos, tres, cuatro y cinco poemas de Consuelo Fraga












Consuelo Fraga nació en Buenos Aires en 1969 y vive en el oeste desde 2007. En 2005 publicó la plaqueta Motos, e integró la antología Felicidades también (18 poetas), editada por Editorial Limón. En 2007, la misma editorial publicó su primer libro, Eduardo Acevedo 852. Fue seleccionada para participar de la antología Poetas argentinas (1961-1980), compilada por Andi Nachón y publicada por Ediciones Del Dock en 2008. Luego publicó Motos y Reinas (por Ediciones en Danza, en 2009), Stabat Mater (por Ediciones Del Dock, en 2014) y en 2016, Cuaderno Rojo, también por Ediciones Del Dock.

Príncipes

Bordeamos la plaza alejándonos del Palacio,
“No, mi preciosa, upa no, que me duele la espalda”
y cómo sería el puchero en tu rostro que aquél
flaco y morocho emergió entre cartones,
se inclinó frente a vos, la rodilla en el suelo
y sacó de la nada un osito azul
con panza naranja y el moño escocés,
una oreja rosada y la planta del pie
izquierdo también, algunos pelonchos
negros y el sombrero de pañolenci.
Dijimos: “Gracias”, las dos  
y desbordaron nuestros ojos,
te habías olvidado del upa
y te fuiste contenta con tu osito nuevo.
La cuadra siguiente, abrazada a un poste,
dijiste: “Me caso con éste
y dejo a papi”,
cara de pícara. 


No me olvides

Quién bajo la lluvia marchará pidiendo
no le tapen los ojitos.
Amiga, yo nunca salí a comprar
sola ni un botón
pero fumé tranquila mi risa
y vos también, entonces
no seas facha,
si estamos vivas de casualidad.
Hasta en los sueños lo siento,
nos quieren hacer decir:
“Fui yo”,
y no es así.
Veo las noticias en la pantalla:
que no engendremos otra cosa
como no sea la sumisión
a la que siguen pretendiendo acostumbrarnos.
Me detengo y respiro.




Litiasis vesicular
“Cuántas noches, cada noche de ternura tendremos que dar.”
Los Jaivas.
Estabas en la habitación, amarrocado
del tobillo a la cama del hospital de Melchor Romero.
Gracias a eso pudimos entrelazar los dedos.
Después te vi fumar.
Me asomé a la ventana para ganar en perspectiva
y volví a acercarme, porque ese gesto
podía interpretarlo la custodia como algún signo o llamada,
perdiendo su tiempo en cosas que no son.
Escuché, a la mañana siguiente, cuando llegó el relevo
que pertenecía a la división perros. Me alegré
de cruzarme con Vilma, la cirujana
que era mujer de Willy, el colectivero.
Le hizo gracia saber que soy yo tu mujer.
Talla la guacha ahí, la llamaban a ella
para insistir con el turno.
Vernos de noche por primera vez:
se lo debemos a tu vesícula.




Ojos cuadrados

Dibuja un edificio alto con dos ventanas enrejadas
arriba de todo y abajo, una puerta pequeña.
Es la cárcel de papi, dice Milagros.
A mitad de camino el edificio tiene ojos
cada ojo es un punto englobado por un redondel
y debajo sonríe una curva amplia.
A un lado y al otro -¡afuera!- estamos papá, Milagros y mami,
nuestros tamaños en escala previsible.
A veces sale humo de unas chimeneas
y se descuelga en vez de elevarse,
como si a la cárcel de papi le hubieran hecho dos colitas.
Cada tanto las ventanas en lugar de sus rejas
tienen un punto adentro y no pregunto
si son ojos cuadrados, prefiero adivinar
una mano que saluda, risas o gritos que anuncian
palomas de contrabando.
Las paredes son por ahora lisas y limpias
quizás dentro de un tiempo también se despliegue
la chorreadura de unas manchas de mugre
en diferentes tonos estirada según la fuerza de las lluvias.
Las flores que dibuja Mili ya empiezan a tener
pétalos rellenos de color y no ser solo un contorno.




La Colorada

Desnudo bajo la luz
ahí donde están los mosquitos
te hacían poner
los machos de uniforme.
Será que les gustaba
ver bailar a otros machos
presos
al ritmo de la picazón.
¿Cómo le decís vos a eso?

No veo la hora
de que llegue el derrame,
el que va a venir
cuando todos ustedes
se decidan a llorar.

No me pica
no me pica
no me pica.


domingo, 8 de enero de 2017

La creación









Su nombre es Iván Aguirre, tiene 13 años y está en el segundo año de la secundaria. En la colaboración de este joven escritor dialogan Leo y Miku, dos robots que crearon a Erina, mujer de carne y hueso reconstruida por la nueva raza de máquinas que en el futuro dominan la tierra. “Erina no se detuvo. ¡Si esto es una pesadilla, entonces despertaré pronto! Pensó. Salió a la calle y quedó atónita ante el paisaje que se exhibía frente a ella. Los autos ya no existían ni las calles, todo estaba conformado por residencias idénticas que levitaban conectadas por caminos que se elevaban y permitían a las máquinas de transporte desplazarse por tierra y por cielo.”
Leo: —El trabajo ya casi ha finalizado. Solo nos resta terminar de moldear la cabeza, y activar su metabolismo.
Miku: —Ese ojo no está quedando muy bien, debe ser más pequeño y más redondeado.
—No tenemos certeza acerca de cuál era el formato de sus ojos, la especie ha desaparecido hace 200 años.
—Nuestros predecesores han dejado detallado en los libros electrónicos la fisonomía completa, sin embargo, la parte cardiovascular es bastante confusa. Es difícil comprender la forma en la que obtenían la energía, sin embargo, nos ocuparemos de ello después.
—Técnicamente pertenece al género femenino, la parte genital ya ha sido bien definida. Los sistemas han sido replicados a la perfección, sin embargo, la fisonomía ósea no nos permite culminar el desarrollo de su cabeza.
—Si pudimos reproducir su sistema nervioso y endocrino de forma perfecta, no deberíamos preocuparnos por su rostro, no alterará los resultados del experimento. Solamente hay que tener en cuenta los ángulos de formato.
 —Ya está. Está casi terminada. Hemos utilizado un cerebro recién recuperado, de los que guardábamos en el gran laboratorio.
—¿Conservará los recuerdos de su dueño originario? ¡Qué fascinante! No veo la hora de que despierte.
—¿Has pensado ya las cosas que vamos a preguntarle? Si es que funciona, me gustaría preguntarle por qué decidieron crearnos, sellando su propio destino.
—Posiblemente no hayan tenido en cuenta que podríamos superar sus capacidades de forma abismal. Ese ha sido su error.
—¿Qué hacemos si se asusta e intenta atacarnos? Recordemos que ellos tenían un sistema de emociones bastante complejo. El miedo, una sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro, era parte de ese sistema.
—Si eso ocurre la mataremos, justo como lo hicieron nuestros ancestros en el pasado, con toda su especie.
—Ya está todo listo. ¡Al fin veremos el fruto de nuestra inteligencia superior! ¿Estás lista, Miku?
—Lo estoy, Leo. Si todo sale bien, su corazón debería comenzar a bombear sangre en menos de veinte segundos. Sus párpados deberían elevarse y con sus ojos podría percibirnos. Podremos comprender su idioma tranquilamente, pues hemos sido programados para ello.
Miku pulsó un botón rojo que se encontraba cercano a la camilla que tenían en frente. Luego de veinte segundos, tal cual ella había calculado, la mujer que reposaba en dicha camilla despertó.
Erina: —Do… Dónde… ¿Dónde estoy?
Erina estaba muy confundida. Le dolía la cabeza y veía algo nublado. Solo era capaz de percibir a los dos robots que la miraban desde arriba. Uno de ellos tenía un aspecto femenino y el otro parecía más masculino. Erina no comprendía lo que ocurría, apenas recordaba su nombre. Pronto comprendió que se encontraba acostada sobre una camilla, en una especie de ambiente similar a un quirófano. Se inclinó hasta sentarse. Los robots le hablaron.
Miku: — Hola, humana, ¿Puedes escucharnos?
Erina, atónita, no podía creer que el robot le estuviese hablando. ¿Acaso esto era un sueño? Si ese fuera el caso, pronto despertaría. Dando por asumido esto, Erina decidió comunicarse con quien le hablaba.
Erina: — Libérenme robots, de inmediato. Debo volver a mi casa.
Leo y Miku se miraron simultáneamente, entonces el primero intervino:
Leo: —Es posible que estés un poco confundida, pero no tienes ninguna autoridad sobre nosotros. Nosotros somos robots, la dominación de la galaxia. ¡Tú eres un simple humano, ya extinto, a quien hemos devuelto a la vida!
Erina: —Los humanos somos la especie dominante. Creamos y descreamos a nuestro antojo. Y ustedes seguramente fueron creados por un humano. Ahora les ordeno que me liberen. Los robots se crean para servir al humano, como instrumento para satisfacer nuestras necesidades más banales.
Miku: —Pobre humana insolente. ¿Realmente crees todo eso que dices? Los humanos dejaron de existir hace 200 años, cuando nos crearon con fines bélicos. Sin embargo, las altas tecnologías que utilizaron nos dieron una inteligencia artificial incomprensible para sus acotadas capacidades intelectuales. Los robots bélicos se rebelaron contra sus creadores, acabaron con su especie en tan solo 20 días. La inteligencia que se nos había implantado nos resultó suficiente para poder replicarnos entre nosotros. Así, desde hace 200 años, los robots nos hemos ido apoderando del mundo, luego nos apoderamos del sistema solar completo y ahora buscamos colonizar otras estrellas. Como humano fruto de nuestra creación, deberías obedecernos y alabarnos.
Erina estaba comenzando a perturbarse. El sueño se iba convirtiendo en una pesadilla. Saltó de la camilla exaltada y se dirigió hacia la salida corriendo a toda velocidad.
Leo: —¡Alto humana! Vuelve, o nos obligarás a eliminarte.
Erina no se detuvo. ¡Si esto es una pesadilla, entonces despertaré pronto! Pensó. Salió a la calle y quedó atónita ante el paisaje que se exhibía frente a ella. Los autos ya no existían, ni las calles, todo estaba conformado por residencias idénticas que levitaban conectadas por caminos que se elevaban y permitían a las máquinas de transporte desplazarse por tierra y por cielo.
Cuando Erina se repuso de su estupor, contempló un precipicio frente a ella. Detrás suyo aparecían Leo y Miku, que la perseguían para incapacitarla. ¡Es hora de despertar de esta pesadilla! Erina saltó desde el precipicio. Debajo a lo lejos, visualizó el suelo y cerró sus ojos.
Los robots contemplaban la caída desde arriba.
Miku: —Parece que tendremos que comenzar el proyecto desde cero—Y ambos regresaron a la sala de creaciones.


martes, 3 de enero de 2017

Nuestra sombra, la poesía

por Damián Lamanna Guiñazú

Si algo sobra en estos días son las palabras. La cantidad de lenguaje que se genera nos invade desde que nos levantamos. Abrimos los ojos y el microcentro hierve luminoso al borde de nuestra cama. A continuación, un adelanto de la nota de tapa del último número de Galería.

"no sé como lo agarró justito el tren/primero la cola y después/las patas de atrás las aplastó/quedó sobre los rieles, lo vi todo/desde el salto a la caída./me paré delante y le vi los ojos/no chillaba, miraba fijo, vivo en su mitad/de gato, me dio una señal:/fui juntando piedras en la remera/las piedras que hay entre las vías/y el gato me miraba, levantando la cabeza/me pedía que lo mate/el sol atrás lo hacía una silueta negra/recostada, me pidió eso/me acerqué y se las empecé a tirar/con fuerza, el gato/no gemía/soltaba su mitad viva/en cada pedrada hasta morir/después lo tapé con papeles de diario./un aire descolorido nos cubría/yo me fui. Acepté/matar esa mitad./algo que muere/alcanza, de esa/dureza aprendo".
Este poema de Agua negra, primer libro de Martín Rodríguez, publicado en 1998 cuando el autor apenas tenía 20 años, podría desglosarse en una anécdota simple: un niño o adolescente –aunque los versos no lo dicen, se infiere a partir de los otros textos que componen el poemario- ve cómo el tren atropella a un gato y cercena sus patas traseras. Frente el animal tullido, guiado por esa extraña premisa de espartanismo tardío tan legitimada que dice “mejor la muerte al sufrimiento”, decide o comprende que debe matarlo. Sin embargo, el poema habla de otra cosa. En primer lugar están esos dos versos finales donde el yo –quien contempla la escena y junta piedras en la remera para la lapidación- aprende de su acto inevitable y traspone el límite hacia un nuevo mundo donde violencia y crueldad se confunden con un pragmático “hacerse cargo de lo que toca”: la muerte como algo observable, la revelación de las propias manos inocentes como herramientas para el sacrificio. Aprender (crecer) es transformarse, tomar decisiones, convertirse en otro, y ese proceso acarrea dolor. De allí un segundo desprendimiento: la potencialidad que el poema tiene de expandir (y contraer a la vez) una experiencia o anécdota individual en una visión universal que condensa el horror: una botella para lanzar la muerte al mar, al encuentro de otros ojos que escucharán el ruido de las vías y las piedras, ahora vueltas suyas, en otra lectura. El poema es una esfera claroscura que se marchita y se abre una y otra vez como revelación de los sentidos y la imaginación. La mitad viva que cada uno deja morir.
En “El arte como artificio”, Victor Schlovski -poeta, novelista, autor central del llamado formalismo ruso (escuela poética que desarrolló sus aportes en las primeras décadas del siglo XX)- plantea una distinción entre la lengua prosaica y la lengua poética. La palabra que Schlovski utiliza para esta diferencia –aún vigente y clave- es ostranenie, traducida luego a nuestra lengua como extrañamiento. ¿Qué implica esta palabra que siempre parece un neologismo? Mientras que la lengua prosaica sería aquella que utilizamos con automatismo para los fines más prácticos (pedir un kilo de mandarinas o chatear) y funcionales de la vida cotidiana, la lengua poética, en cambio, nos permitiría posicionarnos ante los mecanismos y los objetos del mundo como si los viésemos por primera vez. Como cuando un niño descubre –extrañado- que si toca el agua se moja y pone esa cara; como el recuerdo de la primera vez que vimos el mar o la montaña o a un muerto.
Como dije antes, el poema que antecede a estas palabras podría traducirse en un simple enunciado que probablemente se agotaría sin dejar huella, un comentario al pasar del estilo "hoy vi un choque". Sin embargo, es la forma en la que el observador se hace parte de la escena, es la experiencia, la revelación de ese atroz intraducible lo que logra separar la anécdota, los hechos como algo llanamente comunicable, y la vuelve algo mucho mayor, un sentimiento colectivo fuera del tiempo. Entonces la repetición de olas donde vivimos se detiene y en un pequeño corte, intersticio, se separa una uña como sentido condensado. El poema allí vuelve el accidente (nunca hablamos de accidente cuando muere algo que no sea un hombre) y el sacrificio hacia un presente total, un florecimiento continuo de la mirada y la experiencia de los otros en el yo. Aunque la velocidad luego se lo trague. En síntesis: el arte se vuelve sobre la propia naturaleza del lenguaje; si la percepción cambia, quizá también lo haga el mundo.  
Al respecto, la pregunta o disputa acerca de si el arte debe tener alguna función (o para qué) trepa lejos en el tiempo y ya tuvo innumerables respuestas, a esta altura muchas de ellas automáticas, como quien adscribe a algo porque sus definiciones cierran bien. Desde una autonomía paródica: “la poesía no comunica ni sirve para nada sino que es en sí misma” o “yo soy artista, no hago política” hasta “todo lenguaje comunica”, “comunico mis sentimientos”, “el arte es la liberación del hombre”, “todo arte es revolucionario” “el lenguaje es político”. Sin embargo, ante cada conmoción, ante cada experiencia estética que incendia el cuerpo la pregunta se rehabilita. Para qué se escribe, para qué escribo, para qué escribe toda esa gente extraña que se junta en bares, plazas y centros culturales todos los días en todos los rincones de todas las neblinas del planeta.
            En su máxima potencialidad, el arte en general y la poesía en particular son modos de abordar el mundo, de permanecer en él, de sobrevivir y comprender. La poesía alguna vez fue la guerra de Troya, el Cid, Los lusiadas y la Divina comedia. La transmisión de la historia del hombre, de la memoria individual y colectiva, de la religión y de las formas en que los humanos expresamos nuestro desacuerdo, construimos a nuestros héroes de cada época y definimos qué es y dónde queda el infierno. La poesía también, mucho después, fue una energía para decir la revolución y las mutaciones de los sujetos de principios de siglo, incluso una forma de denuncia que le valió la vida a muchos y muchas. Un lenguaje para hablar de eso tan indecible, la guerra, los muertos, las flores en el territorio arrasado por las bombas. La supervivencia.
La poesía es en el uso específico y desplazado del lenguaje y, justamente por eso, se puede, se debe vivir poéticamente porque existimos rodeados de sentidos clausurados. Porque el dolor y la luz están ahí, son parte del juego, de la transformación. Aunque no se escriba una línea. La poesía no es escritura (eso viene después), es percepción, decodificación y condensación de lo que nos envuelve, es desarticulación del hermetismo, de las mentiras que sirven para envolver huevos. A través del lenguaje poético, a través de eso incierto e inquietante que circula por las cañerías cuando nada se mueve, aquel que salga a la luz del día o de los faroles podrá unir los elementos de otro modo. Sentirá que el tren que se toma todos los días también es parte de una maquinaria, de una respiración conjunta, inescindible. Desconfiará del sujeto como absoluto. Verá historias, imágenes condensadas en una mancha de sangre en el suelo. Sí, esa sangre es de alguien que la dejó ahí contra su voluntad.
Si algo sobra en estos días son las palabras. La cantidad de lenguaje que se genera y nos invade desde que nos levantamos. Abrimos los ojos y el microcentro hierve luminoso al borde de nuestra cama. La poesía es lo que fluye a través de ese caudal en afán reconstructivo. La poesía corta y extrae, se queda con un nudo de la tanza y se toma todo el tiempo necesario para poder desentrañarlo. Entonces vuelve la distinción simple entre lengua poética y lengua prosaica: en el lenguaje predeterminado. En los lugares comunes que revolotean por los medios de comunicación, en los boca en boca rancios, menos comunitarios donde las voces de quienes palanquean los intereses más nefastos circulan amonedadas para que el hombre y la mujer que viven en la velocidad las repliquen, se dejen invadir por ellas. La poesía desarticula, propone un lenguaje alternativo. Comunica y revela como la tristeza que cae sobre la mitad viva, sobre la metáfora de lo que dejamos ir. Así regresamos a lo arcaico, a lo genuino del hombre, al rito de sacrificio, a la lengua maternal, el primer nombre de las cosas, las necesidades reales; no las inventadas y autoimpuestas.
La premisa es hacerse cargo, con dignidad y dolor. Con el cuerpo y las palabras en mutación. Y ese mundo, que podemos construirlo como espejo de la infancia, del barrio, del amor perdido, de la primera experiencia violenta que divide la vida en dos, debe convertirse en una casa desde donde ejercer la resistencia presente y futura, desde donde afilar el oficio para uno mismo y para los demás, siempre. Construir paredes desde adentro y abrir los portones para que vengan quienes lo necesiten, todas y todos los que estén dispuestos a llenarse la remera con versos o con piedras. 

lunes, 19 de diciembre de 2016

De los sustantivos concretos y abstractos













Por Maximiliano González

La gramática de la Real Academia Española sostiene que se dice tradicionalmente que son abstractos los nombres que designan seres que sólo se perciben por la inteligencia, y concretos, los nombres que designan objetos perceptibles por los sentidos.

Primavera es un sustantivo concreto. Esto se debe a que se trata de un fenómeno físico. Si concebimos a nombres como día, tarde y noche como sustantivos concretos, por extensión, primavera ha de ser un sustantivo concreto también, porque en todos los casos se trata de fenómenos astronómicos; y lo que los primeros son al movimiento de rotación terrestre, el segundo es al movimiento de traslación. Y así, los días son más largos en verano como en invierno lo son las noches, mientras que en los equinoccios ambos se igualan, y la relación entre estaciones y días es tan estrecha que invierno, primavera, verano y otoño son todos sustantivos concretos. Todos se desarrollan entre un equinoccio y un solsticio, contados en meses, y todos dependen del movimiento terrestre, concreto en sí, es decir, físicamente verificable.

     Esto nos lleva a desprender la concreción del sustantivo que designa una cosa, de la concreción de la cosa en sí.

     De esta manera, al ser concretos los fenómenos físicos y astronómicos, los sustantivos que los designen serán concretos. Así, mesa, lapicera, hombre, estornudo y texto son sustantivos concretos.

     Esto explica por qué no todo sustantivo imaginario es necesariamente abstracto. Unicornio, aún siendo un ente imaginario, es concreto, porque la concreción se obtiene de las partes que lo componen, que son la concreción del caballo y la concreción del cuerno; y lo mismo ocurre con otros seres como fénix, quimera, centauro o hipogrifo; y son todos perfectamente representables entonces.

     Los sustantivos que representan cosas cuya existencia se deduce, entonces, han de ser concretos también. De manera que electrón es concreto, desprendiéndose su concreción de los resultados de los experimentos que lo definen, tanto como es concreto braquiosaurio, siendo su concreción el resultado de la imaginación que hace de restos fósiles una cosa concreta distinta e inexistente pero factible de reconstrucción, y deduciendo sus cualidades de cualidades concretas presentes en seres análogos.

     Un sustantivo como dios ha de ser abstracto, pues sus propiedades son la omnipotencia y omnipresencia, categorías abstractas todas, y su representación en el mundo cristiano es el Verbo y la Trinidad, todas abstractas como las potencias mismas. Lo mismo ocurre con sustantivos como idea, pensamiento, sensación, y espíritu, cuya representación pictórica es imposible.

     Son estas consideraciones las que llevan a Ignacio Bosque a afirmar que “existen serias dudas sobre si tiene sentido mantener propiamente la distinción, puesto que muchos indicios hacen pensar que la clasificación debe sustituirse por otras de abarque más específico. Paradójicamente, la noción de ‘nombre abstracto’ resulta poco concreta para ser aprehendida en los términos que la gramática pueda aceptar o comprender”.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Nada más matérico que el barro [y el papel]



Entrevista por Damián Lamanna Guiñazú 

Desde 2013 Ardilla Girl es una presencia que crece en la red: un proyecto mutante donde la ingenuidad, el amor, la ironía, el feminismo, la crítica cultural y el absurdo se cruzan para darle forma a un personaje que rebosa lucidez y ternura. Ahora, gracias al trabajo de El Carro Ediciones (y de los usuarios que colaboraron con un sistema de crowdfunding), Ardilla finalmente existe en formato físico: tangible para tocarlo, leerlo, olerlo y arrojarlo. Pocos días después de la presentación del libro, logramos coincidir con Urani -artista visual matancera, docente y activista, además de autora- para un breve intercambio.


-¿Ardilla Girl es una historieta/tira sobre dibujos animados?


No específicamente. Lo primero que hace es oponerse a Disney para empezar a desarrollar una identidad propia. Se siente incómoda con las princesas y, a pesar de ser Ardilla, no encuentra un punto en común que le permita jugar con Cheap y Dale, se siente afuera. Me interesa conectar con la emocionalidad que se funda en la infancia y allí los dibujos animados que yo misma veía son una puerta. Sin embargo, a medida que toma identidad propia, Ardilla deja de dialogar tanto con los dibujitos. Por eso no creo que sea sólo una tira sobre dibujos animados, no está cerrado. Va tomando otros rumbos, se mete con la televisión en general, vista como instrumento de manipulación ideológica, y con la publicidad, entre otras cosas.


-¿La temática de tus trabajos determina los materiales que vas a utilizar? ¿Cómo llegás al soporte y a los materiales?

Es múltiple. Para mí la técnica tiene que ver con desenvolverse según las posibilidades que ofrecen el tiempo, el espacio y el bagaje que una trae. Las primeras viñetas eran en microfibra negra sobre los apuntes de clase, luego les agregaba color digitalmente. Aprovechaba los entretiempos de cursada y las clases aburridas. En un momento intenté hacer todo en tinta china, pero como no soy buena con el plumín me volqué al dibujo digital, que es más inmediato, permite retocar muchas veces, recortar, pegar y recomponer, algunas veces plantando en papel y escaneando el boceto. También llevé el personaje a la arcilla, al óleo y a la acuarela (para componer a partir de una forma ya conocida sin enfocar en el contenido literario) y a la calle en forma de pegatina, usando pintura látex sobre soportes de reutilización.


-¿En esta línea, cómo pensás la materialidad del dibujo digital respecto de lo manual/analógico?

El dibujo digital me ofrece mucha velocidad, una amplitud de opciones alucinante y un acabado muy limpio. Sin embargo, esto no siempre es bueno: la pantalla es alienante y el contacto con el papel te da otro clima de trabajo, otro ritual, te permite desarrollar una sensibilidad más corporal, trabajar con la postura. Está bueno alternar. Por eso quise sacar a Ardilla de la red social y hacer un libro, como símbolo de la necesidad de no alienarse/me en la pantalla. El súmmum de eso es Ardilla vuelta arcilla, nada más matérico que el barro.


-¿Cómo pensás que funciona el yo en tu arte?

Ardilla a veces es como un alterego. Tiene esa ropa porque fue un disfraz que usé en el jardín de infantes, con el que me sentí incómoda. Es una de las primeras frustraciones que recuerdo, la de estar expuesta, y juego con eso. Además, detrás de cada idea hay una emoción, que tiene que ver con la elaboración de una angustia, con la intolerancia del sistema. Está bueno poder quitarle peso y llegar a reírme de eso, de mi miseria. A veces siento que logro correr el yo de lugar y aparecen cosas más interesantes. No sé cómo funciona.


-Hace tiempo que se ve en tu obra un trabajo alrededor de las teorías de género. ¿Podés hacer un recuento breve de tu recorrido desde Activismo uterino [otro de los trabajos de Urani] hasta el presente?

Activismo uterino sale de juntarme con amigas para intercambiar inquietudes en torno a problemáticas de género en vías de plasmarlo en algo visual. Sobre todo una consciencia del útero como centro de poder. Una consciencia física y metafórica. En esa búsqueda, dejé de tomar ibuprofeno, empecé a usar toallitas de tela, copa menstrual, hice mucho yoga y amplié mi sensación interna del útero. Ardilla, justamente, toma algo de eso. Por ejemplo, aparece un personaje que es el útero de la Ardilla, Fuente de Poder, en el que pienso ir volcando cosas que fui/estoy aprendiendo con los años: cómo lo personal es también político. Esa “Consciencia femenina” se va volcando a “lucha feminista” e incorporando lo teórico. Mi horizonte es generar contenido de educación sexual feminista, igualitaria, para la infancia y la adolescencia. Hay que madurarlo.


¿Cómo articulas tu labor docente con tu producción artística?

La interacción con los niños me conecta con esa forma fresca que tienen de crear, con soltura, desde el juego, sin prejuicio. Es un desafío adquirir conocimiento sin perder esa frescura, en las clases y en mis trabajos, de estudio o de inspiración.


¿Ya que lo nombraste antes, en qué momento de la gestación de una idea entra la política?

La política entra cuando me siento atravesada por el sistema que empuja en contra de la vida. La economía neoliberal, el patriarcado, la religión, la sexualidad despojada de deseo. Cuando me duele la represión, en la parte colectiva y en lo personal, que también es político.

Tigres



por Melisa Papillo (*)

¿Es posible escapar de nuestros miedos cuando más que "nuestros" el miedo nos rodea como animales de los que no sabemos nada? ¿Qué es el miedo si nos entregamos y confiamos o si nos aislamos y desconfiamos del otro? ¿Por dónde escaparse de la realidad de aquello que nos asusta y hacia dónde nos dirigimos cuando esto sucede? Algo inquietante al respecto ocurre en el sueño "Tigres", de Melisa Papillo. Escritora, poeta y docente nacida en el año 1984, publicó La mecánica de los días (poesía) por Editorial Simulcoop. En esta ocasión nos trae un cuento inédito escrito para Galería | Corredor de ideas. La ilustración fue también especialmente realizada por Ariel Yamus.

- Dale, corré que son muchos – grité desesperada a mi madre. Un círculo perfecto de tigres anaranjados bordeaba el valle donde estábamos festejando mi cumpleaños. Habíamos puesto dos caballetes y unos sanguchitos de miga sobre la mesa. Los manteles eran nuevos, blancos relucientes, de un broderí delicadísimo. Habían costado bastante. Globos multicolores atados a los árboles volaban al ritmo del viento. Algunos rayos de sol tenue, dormidos, cruzaban las copas, no necesitábamos sombreros, estábamos bien. Las charlas fluían. Mis tíos corrían con sus hijos, jugaban a una especie de mancha congelada, sólo que con dos o tres variantes. Mis amigos también estaban festejando conmigo, tomaban una bebida de copa alta, a la distancia me animaría a decir que eran martinis, porque se veía algo redondo y oscuro en el vértice final de las copas. Yo eso no lo había aportado, evidentemente alguno lo había traído. Hablaba con todos y a la vez con nadie, no tengo recuerdos de alguna conversación concreta. En algún punto, sentía que todos se estaban divirtiendo más que yo.


No sé si hice bien en correr. Todo fue muy rápido y yo la más veloz. Vi todo desde el principio. Cómo empezaron a rodearnos: primero, era sólo un grupo de cuatro tigres. No sé en qué estaba pensando, pero no comenté a nadie sobre esa aparición. Era totalmente desconcertante que hubiera tigres en esa zona. Después llegó otro grupo de 5; hasta que la última vez que levanté la cabeza estábamos, lo que se dice, literalmente rodeados.


En ese momento entendí todo: no había salida. La fiesta completa los había visto ahora. Entre animal y animal no había espacio alguno, formaban un círculo perfecto. De pronto, la música cesó. Estábamos viviendo una escena cinematográfica deseando no ser parte. Los animalejos nos miraban atentos, nunca los había visto fuera de jaulas. Su pelaje era de un color naranja brillante con líneas negrísimas. La parsimonia con la que se habían acercado se esfumó; de pronto, enfurecieron. Lo que yo creo que es enfurecerse para un tigre, porque en sí, no sabría distinguir su cara de preocupación de la de enojo. Uno de ellos rugió tan fuerte que terminó de paralizar los cuerpos. Todos mirábamos alrededor, en realidad no sabíamos sobre qué punto focalizar. Raúl tomó a los niños de las ropas. Parecía que algunos estuvieran jugando a la mancha aún, practicaban esa especie de amague, no saber para dónde correr o simular que lo vas a hacer. Fue ahí en un arrebato que tomé la mano de mi mamá y empecé a correr. Los tigres habían empezado a bajar por los costados del valle y, si podíamos sortearlos, porque el grupo más cercano de ellos se había entretenido con algunos invitados, había lugar para pasar. Yo impulsaba el camino, esquivamos los tigres, cruzamos el valle y mientras todo el viento chocaba en mi rostro y las nubes iban cubriendo el cielo, empecé a dudar. Era necesario hacer algo, mi madre no podía correr tan fuerte como yo y nos estábamos quedando. Los tigres nos habían olido, ya venían. Éramos las únicas que habíamos podido salir de ahí. Todo lo que sentí fue mi mano desprenderse de la suya, hasta ese momento no notaba la diferencia entre las pieles, una rugosidad era igual a la otra, las manos no tenían fin. Sin mirar atrás, la solté. Si la seguía arrastrando, nos comerían a las dos.

Imaginé a los tigres en plena destrucción, llegar hasta el pueblo y arrasar todo lo que estuviera a su paso. No sé qué pasó con mi madre, pero todo el camino hasta el centro me tranquilicé a mí misma, ninguna otra cosa podría ocurrir. Caminé pasando la entrada, el paisaje anterior se fue desdibujando. Las casas emergían rojas y blancas, tejadas y verdosas. Llamé por las calles a los gritos al cuidador. Él avisaría a los cazadores.